jueves, 16 de junio de 2011

19-J Homilia dominical (2)

II


El deseo de acumular riqueza y heredarla con la ayuda de Dios es el origen de patriarcado, es decir el sometimiento de la mujer al varón. Pero también el origen del Capitalismo. El capitalismo se basa en el deseo de acumular riqueza y poder y en la Fe, ya sea en el dinero (Dios) o en el Tiempo (Futuro). Las mujeres siguen estando sometidas y son el objeto del sometimiento. Si una mujer llega al poder no lo hace como mujer, sino ocupando el lugar del varón, así como éste, considerado como mero (re)productor despojado de derechos, ocupa el lugar de la mujer. Todo ello ocurre a pesar del hombre; es Dios o el Dinero (los mercados) quien así lo manda. Tan difícil es para las mujeres entender la voluntad de Dios que las despoja de alma y sólo les reserva el papel de meras reproductoras, como para el pueblo comprender el juego caprichoso de los Mercados que les reserva el papel de meros productores de bienes y les despoja del derecho a decidir. Por eso se dice que la única revolución posible es la revolución de las mujeres.

El Estado es el sistema que ordena y administra esta situación de sometimiento al Otro mediante la fuerza bruta y la Fe en que este ordenamiento viene de lo Alto. No es casualidad que los primeros sacerdotes fueran guerreros y los monarcas, dioses o representantes de los dioses.
El estado democrático supone un cambio importante no porque sea encarnado por el pueblo, como se quiere buscar en su etimología, pues, la palabra demos no significaba para los antiguos griegos lo que significa la palabra “pueblo” para nosotros; ni tampoco cabe pensar en un gobierno del pueblo por el pueblo (lo que más bien constituye un oxímoron), pues lo propio del pueblo es precisamente su situación de dominado, de estar abajo. El pueblo que ejerce el poder deja de ser pueblo. Supone un cambio porque aparece el concepto de ciudadano como sujeto político y se reconoce que el Poder emana del conjunto de los ciudadanos, o sea del pueblo, al que se reconoce en la propias leyes constitutivas del Estado unos derechos universales. El Estado, sus instituciones y sus recursos se ponen al servicio del pueblo y garantizan la satisfacción de sus derechos y necesidades. Los valores democráticos por excelencia son la libertad, la igualdad y la solidaridad y no caben otros valores derivados de la Fe en un Dios por encima de los hombres.

Esta es la razón por la que al Dios eterno, al Dios-capital, no le gusta la competencia de otro tipo de fe horizontal que use la riqueza para alcanzar un bienestar sin hipotecas.

No es la democracia, como simple mecanismo electoral o como juego para seleccionar a los más capaces, lo que estorba al Poder Único del Capital Global, sino el Estado como estructura social que regule la convivencia pacífica e igualitaria de los ciudadanos. Siendo la dueña del Dinero y sus templos la Cosa Privada, la Cosa Pública es la bestia negra del Capitalismo. Lo privado es, pues, la Casa de Dios.
La lucha ya no se da entre clases (la de los trabajadores y los patronos), ni entre ricos y pobres, sino entre lo público y lo privado, lo de Todos y lo de Uno, y el campo de batalla se sitúa en el propio Estado democrático. Por eso en todos los templos del Dinero no se pide otra cosa que la no intromisión de los Estados en los asuntos de económicos y la no regulación de los movimientos del Dios-capital por el ancho mundo global. Dios sabe, el Dinero es Sabio, él solo sabe autorregularse. La pobreza es un estado de transición hacia la riqueza y se produce por no aceptar los dogmas de Dios y sus recetas neoliberales. Los países PIGS de la UE, por ejemplo, tienen primero que hacer lo que Dios manda, sus deberes, para que el Capital vuelva a ellos y los colme de felicidad. En el Futuro, claro está, la dicha, el saldo de la deuda, como el reino de los Cielos, está siempre en el Futuro. Esa es la Fe. Todo lo que hacemos es para el Futuro. Y ya sabemos todas que quien bien te quiere te hará llorar.

El mayor enemigo que tiene el Poder Capitalista es el Estado Democrático; es su Anticristo. Al Capitalismo lo que le interesa es que no haya Estado, que nadie legisle en materia económica. ¿Quién puede procurarnos más riqueza que las manos privadas, quién puede ocuparse mejor de la educación de nuestros hijos, de nuestra salud, quién puede gestionarlo todo mejor que las manos privadas, los administradores de Dios, acostumbradas a engrandecer el nombre de Dios y a aumentar su Capital? Su entrega en el servicio es abnegada y total porque, tratándose de Capital, nunca tienen bastante. Y ya se sabe, “de las cosas de Dios, cuantas más mejor”.

El Gran Capital Financiero ha aprendido la lección de la última intentona fascista. ¿Para qué invadir países y someterlos al dictado de una clase privilegiada con tanto gasto de dinero y esfuerzo? Bastaba con colonizar los aparatos del Estado sirviéndose para ello del sistema democrático. ¿Qué mejores servidores de lo Público que los administradores y defensores de lo Privado? ¿Qué mejor consejero del Capital que un ex-ministro? ¿Y qué mejor que gestionarlo todo, incluido el Estado y sus administraciones públicas como si fueran una Empresa privada, si de lo que se trata es de ahorrar, es decir, de ganar Capital?

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