martes, 20 de septiembre de 2011

Salir del armario








Tengo una higuera en el campo que da muy pocas brevas. Hay años, que ninguna. El caso es que, cuando empezó a producir, se anunciaba como una excelente ponedora de higos. Pero ha terminado, como ocurre con los perros, por parecerse a su dueño. Yo la abono, la riego, la cavo, pero ella insiste en quedarse callada. Es posible que sea una higuera sin fe. Si yo le hiciera saber cuánto me gusta comer sus frutos y lo que goza F. cuando los recoge de buena mañana o al caer la tarde, quizá se animaría un poco. Pero la conozco muy bien y enseguida empezaría a hacerme preguntas sobre el sinsentido de producir ilimitadamente, sobre mi propia desconfianza hacia ella, y pondrá en duda que nuestra relación sea verdaderamente horizontal, platónica y desinteresada.

Yo digo que amo la vida, la naturaleza; que tengo fe en las personas y que me gusta cultivar la tierra, dibujar, hacer máscaras, la caligrafía, especialmente la china, el cine, hacer tai-chi, conversar y un sinfín más de actividades, comunes unas, peregrinas otras. Pero mi higuera sabe que es no cierto y me lo dice. Nada te atrapa lo suficiente y toda intensificación del interés por algún objeto termina con un para qué. ¿Para qué tanto esfuerzo? ¿Para conseguir que? ¿Para qué buscar? ¿No estaré exagerando? Además sabe de buena tinta que cualquier actividad que inicie, tarde o temprano se verá interrumpida por causas ajenas a esta empresa. Podría tener el coraje de reanudar el trabajo, continuarlo y avanzar, pero ¿para qué?. La vida es una carrera sin meta Lo sé. Lo sabemos.


Sería fácil terminar aquí, aceptar las cosas como son. Dedicarme a no dedicarme a nada: pasividad, observación, ¿contemplación?, mero goce de existir. Nada es verdad, nada importa, etc. Sería fácil, digo, si esta higuera amarillenta, de pocas brevas y con ínfulas de lacaniana no insistiera siempre en responderme a todo, en llevarme la contra constantemente. ¿Tú, hombre sin fe? ¿Nihilista, cínico, místico? Pues para no creer en nada, cuántos trabajos, cuanto afán, cuánto querer saber, cuánto amor. Sí, sí, ¡cuánto amor! Y cuánto de todo. Aunque tú, claro, nunca vas a reconocer nada, ni en un sentido ni el contrario. ¿Qué más da? ¿Qué más te da a ti el qué más da? (Si se limitara a no dar brevas, a dar higos pequeños, secos y eso sí, muy dulces... Pero no, tiene además que analizarlo todo esta Dr. Ficus Carica. Y así, es imposible)




Efectivamente, querido amigo, como me dijiste, abrir un blog es una responsabilidad, una carga más. Porque siempre está reclamando su ración de pasto. En realidad, es el blog quien te abre a ti y se hace un hueco dentro. Desde ahí te maneja, te seduce o, simplemente, te da la vara. Hasta ahora ha ido bien, es decir, ha ido poco, que es mi estilo. Recuerdo siempre el regocijo de mi amiga W. (en el blogroll) cuando descubrió mi anterior blog: “!Es auténtico! ¡Dos entradas en un año! Un blog tuyo no podía se de otra forma”. Que le divirtiera tanto me animó a seguir escribiendo, pero ya para entonces “La Cosa” se había muerto de inanición. Así que tuve que abrir otro: “La cosa que da”. Si has leído el principio, pues ya sabes lo que pasa. Sólo me gusta escribir cuando escribo, el resto del tiempo no tengo nada que decir. Cuando escribo, tampoco, pero escribo. Ahora me dirijo a ti, porque esto de tener un blog y de escribir ya lo tenemos hablado. Podría dejarme hablar, sin interferir yo, como quiere García Calvo, pero todavía no sé; podría dejarme hablar yo mismo, como hace magistralmente Mameluco, sin narcisismo, pero lo haría mucho peor que él y sería un auténtico coñazo. Podría explicar cómo se hace una máscara de cartón fallero o publicar mis dibujos. Quizá lo haga.

El caso es que he vuelto por aquí. Dice el Dr. Schnitman en su valiosísimo Espacio Psicoanalítico “A la vuelta del verano es como si volviéramos a existir, ...” Estoy de acuerdo. Toda “vuelta” tiene mucho de resurrección. También de muerte, pues lo uno supone lo otro. Por fin desparecerá la horrible ilustración de mi anterior entrada (rabieta, más bien) de su blogroll y del de todos los que me tienen enlazado.

Así que renuevo, a mi manera (sin querer), mi voluntad de mantener abierta esta ventana, más para observar que para ser observado.

[Las ilustraciones han sido obtenidas de mi red simbólica]