jueves, 22 de septiembre de 2011

EL SEXO Y LO SAGRADO



Me parece muy interesante esta cita extraída de una conferencia de Agustín García Calvo "Lo sagrado y el sexo". Muy interesante porque, aunque no se puede aceptar el texto completo (la conferencia), punto por punto, sin un sentimiento de discrepancia o de duda, sobre todo, que sea el coño el que hable por boca de AGC, el conjunto tiene algo acorde, armónico, con percepciones propias muy profundas. Uno reconoce que algo de eso sabe uno mismo; un saber no aprendido en los libros o en las aulas, sino en la vida, en la vivencia. Espero que os interese también y que tengáis algo que añadir.

Os dejo la conferencia completa aquí, en formato pdf, y no el enlace directo, porque ahora no lo encuentro. Pero acabo de añadir al blogroll esta página, Baúl de Trompetillas, donde están recogidas gran parte de las conferencias de Agustín, además de las "tertulias", etc. Os la recomiendo vivamente.Quizá vosotros tengáis más suerte en la página de Editorial Lucina.




... [Quiero, a este propósito, recordar a Freud (al que recordaré unas cuantas veces más a lo largo de esto) de una manera ambigua: porque el psicoanálisis no era una ciencia, era en cierto modo lo contrario de la Ciencia: era una disolución: era algo que ponía en peligro precisamente esa integridad o estructura del alma humana (o del yo, con un nombre más moderno), mientras que ya desde el propio Freud esa disolución o descubrimiento peligroso se acompaña de intentos más o menos afortunados de volver a la asimilación, a la domesticación. En ese sentido, pues, recuerdo un precioso ensayo de sus últimos años que se llamaba «Análisis terminable e interminable», en el cual muestra de una manera muy clara cómo después de haber levantado las capas sucesivas impuestas por la sociedad y por las convenciones, al fin se llega a lo que él dice la roca viva, que es la animalidad, aquello que está por debajo de todo eso. Pero esa roca viva es en verdad un mar, el mar sin fondo; y en cambio, esa roca viva que pretende ser la animalidad, la vida, cualquier nombre, en verdad no es más que la Biología. Lo que encuentra Freud debajo de todo eso se llama la vida o la animalidad, pero es, en verdad, la Biología: lo que encuentra es la Ciencia: lo que el psicoanálisis piensa encontrar cuando ha agotado su labor negativa, destructivo, creativa, de levantamiento de ocultaciones y convenciones, esa roca viva, suelo firme que piensa encontrar, sólo lo es gracias a que no es en verdad el mar sin fondo, ni la vida, ni nada de eso, sino Biología, Ciencia. Lo que ahí debajo encuentra Freud es otra vez la Ciencia y la fe en la Ciencia. Él cree saber algo de aquello porque la Ciencia se lo dice, porque hay una Ciencia (Biología, Anatomía, Zoología y demás) que le explica bien qué es eso del animal, qué es eso de la vida. No es sino un caso de la falsificación constante, por la cual, dado el dominio social de aquello a que se alude como Naturaleza, para nosotros la tierra se convierte en Geografía, y así también el cuerpo en Anatomía, y así también la vida en Biología. Y cuando pensamos encontrar algo firme, es gracias a que encontramos, no ello, sino el saber de ello, el saber científico.]

Creo que es Sandor Ferenczi quien habla de las capas superpuestas que envuelven el núcleo de la psique humana en un estudio sobre el alzheimer que me produjo, cuando lo leí, una gran impresión. Me pregunto (no tengo ni idea) si este hojaldre psíquico es tanto filo- como ontogenético y, sobre todo, si ha sido (es) absolutamente necesario o se trata de un exceso civilizatorio. Los hombres podemos guarecernos de las inclemencias bajo una lona, bajo un techado o dentro de un coche, sin embargo, algunos han construido palacios y fortalezas para asegurar sus vidas. Todavía no comprendo el incontenible progreso humano que cubre de capas y más capas su miedo animal y se deja el culo al aire en tantos aspectos de la vida.

Para ilustrar la famosa "envidia del pene", AGC cuenta el chiste de las dos monjas —perfectamente inocentes— que ven al jardinero meando contra una tapia, de forma que una de ellas le dice a la otra: «Mire usted, hermana, qué cosa tan práctica».