lunes, 17 de octubre de 2011

¿Adónde venimos? ¿De dónde nos vamos?



Me gustan tanto las "historias" de budismo zen a cerca de la transmisión de la Verdad o del camino que lleva al satori que hace unos días empecé a reunir unas cuantas para traerlas aquí. Me he limitado a reproducir sólo aquellas que están relacionadas con acontecimientos recientes (conversaciones, lecturas, mensajes recibidos, etc.). Algunas de las que he copiado no son propiamente budistas, aunque algo tienen que ver.

La primera me llegó a través de un bloguero amigo. Pertenece, según él, a la tradición esotérica de los buscadores de la verdad.

Uno de estos buscadores infatigables se encuentra ante la presencia del gran maestro de maestros que es un anciano sumido en profunda meditación en una helada montaña. Se sienta a esperar, pero el anciano está tan concentrado que no nota su presencia. Finalmente el buscador le saluda y dice que está buscando la verdad. El maestro le dice: ”Todo fluye”. Y vuelve a ensimismarse. El discípulo se queda esperando a que le diga algo más, y ante el silencio le vuelve a interrumpir y le dice: “¿Nada más?” El maestro, sobresaltado le increpa: “¿Por qué? ¿No fluye?


Este dicho o enseñanza no sé dónde la he encontrado.

Antes de estudiar Zen, las montañas son montañas y los ríos son ríos; mientras estás estudiando Zen, las montañas ya no son montañas y los ríos ya no son ríos; pero una vez que alcanzas la iluminación las montañas son nuevamente montañas y los ríos nuevamente ríos.


Estos minidiálogos, o mondos, son de D.T. Suzuki y en ellos se ve claramente la guasa  zen ante los intentos intelectuales de comprender.

—Cuando uno intenta atraparlo (el satori) se aleja mil millas. ¿Qué podemos hacer con ello?
—¡Mil millas!


—¿Maestro, qué quiere decir “si persigues la forma pierdes la esencia”?
—¡Ya la has perdido!


—Según el viejo maestro, cuando vuelves a las raíces, entiendes ¿Cuál es la raiz?
—La raíz del nabo, la raíz del pepino.




La historia de Santa Teresa y las perdices no es histórica y me ha llegado en dos versiones distintas. La más zen es la que me contó PGM.

En cierta ocasión, un noble regaló unas perdices al convento del que era superiora la madre Teresa de Jesús. Ésta, haciendo honor a la aves, las cocinó (o mandó cocinar) con gran esmero y gusto. Una vez en el refectorio, ante el gran disfrute que  la madre Teresa mostraba al comer aquellas suculentas perdices, alguna monja criticó las formas poco austeras o contenidas de la santa y ésta, volviéndose hacia ella le dijo:
–Hermana, cuando perdices, perdices; cuando penitencia, penitencia.

Este, casi chiste, lo he encontrado como "firma" en un comentario de Linux:

Como el profeta le dijo al necio "Siempre hay ayeres, siempre hay mañanas, pero ¡¡¡nunca hoyes!!!"