jueves, 6 de noviembre de 2008

Yo también me alegro

¿Cómo conservar la calma en un momento de alegría universal, de euforia? Quizá no sea el momento de permanecer impasible, sino de dejarse contagiar. Lo cierto es que se ha juntado el hambre (Bush) con las ganas de comer (Obama). Doble motivo para abrazarse, arrasado en lágrimas, a cualquiera. Cae el villano y llega el héroe de origen humilde. Acaba un periodo negro y comienza uno luminoso. De momento, los negros, los latinos, en realidad todos los que no sean varones y blancos y anglosajones han visto cumplirse un largo sueño.

Hay que reconocer que la imagen es fuerte. Obama, hijo de padres separados (¡toma familia católica!), padre negro, madre blanca y hermana asiática se ha convertido en el presidente de la nación más poderosa de la Tierra. Para mí no significa tanto. Creo que que los negros, los inmigrantes (económicos) las mujeres van a seguir sufriendo diferentes modos de rechazo a no ser que sean presidentes, premios nobel o multimillonarios. Pero comprendo las lágrimas de alegría derramadas la noche del 4 al 5 de noviembre. Creo que hasta las feministas están contentas. Obama, con sus formas delicadas y el acompañamiento de abuelas e hijas (su padre y padrastro han quedado muy lejos de la escena) parecía más femenino que su agresiva oponente Hillary.

Es curiosa la forma en que han confluido dos ideologías (por llamarlo de algún modo). Quienes defienden la solidaridad, el pacifismo, el ecologismo, los Derechos Humanos, etc. han votado junto a los que sólo tienen los ojos puestos en la economía, es decir, en su economía. Da qué pensar.

Da qué pensar tanta buena acogida. MacCain, Bush, Consolezza Rice, Esperanza Aguirre... huy, huy, huy.

Como veo que no me abandona este escepticismo incurable, recurriré a un truco que no falla. Abro mi botella de cava, lleno la copa y brindo por Obama. Por el señor Barack Obama. !A su salud, presidente!