martes, 27 de septiembre de 2011

¡Qué será el ser!



Chicho Sánchez Ferlosio: El ser (A contratiempo)


Érase el ser que se era...

Pulvis eris...



El ser es; el no-ser, no.

Reflejo




El ser es; el no-ser, no sé.

Consternación




El ser y el no-ser son y no son.

Mirando al sesgo



El ser es. Algo es algo.

יהוה



El ser es; el Otro no es.


El No-ser se come al Ser




Ser y no-ser no son dos. Uno son (Y uno es ninguno).


Punto de acolchado



El ser que tú andas buscando

El ser supremo



jueves, 22 de septiembre de 2011

EL SEXO Y LO SAGRADO



Me parece muy interesante esta cita extraída de una conferencia de Agustín García Calvo "Lo sagrado y el sexo". Muy interesante porque, aunque no se puede aceptar el texto completo (la conferencia), punto por punto, sin un sentimiento de discrepancia o de duda, sobre todo, que sea el coño el que hable por boca de AGC, el conjunto tiene algo acorde, armónico, con percepciones propias muy profundas. Uno reconoce que algo de eso sabe uno mismo; un saber no aprendido en los libros o en las aulas, sino en la vida, en la vivencia. Espero que os interese también y que tengáis algo que añadir.

Os dejo la conferencia completa aquí, en formato pdf, y no el enlace directo, porque ahora no lo encuentro. Pero acabo de añadir al blogroll esta página, Baúl de Trompetillas, donde están recogidas gran parte de las conferencias de Agustín, además de las "tertulias", etc. Os la recomiendo vivamente.Quizá vosotros tengáis más suerte en la página de Editorial Lucina.




... [Quiero, a este propósito, recordar a Freud (al que recordaré unas cuantas veces más a lo largo de esto) de una manera ambigua: porque el psicoanálisis no era una ciencia, era en cierto modo lo contrario de la Ciencia: era una disolución: era algo que ponía en peligro precisamente esa integridad o estructura del alma humana (o del yo, con un nombre más moderno), mientras que ya desde el propio Freud esa disolución o descubrimiento peligroso se acompaña de intentos más o menos afortunados de volver a la asimilación, a la domesticación. En ese sentido, pues, recuerdo un precioso ensayo de sus últimos años que se llamaba «Análisis terminable e interminable», en el cual muestra de una manera muy clara cómo después de haber levantado las capas sucesivas impuestas por la sociedad y por las convenciones, al fin se llega a lo que él dice la roca viva, que es la animalidad, aquello que está por debajo de todo eso. Pero esa roca viva es en verdad un mar, el mar sin fondo; y en cambio, esa roca viva que pretende ser la animalidad, la vida, cualquier nombre, en verdad no es más que la Biología. Lo que encuentra Freud debajo de todo eso se llama la vida o la animalidad, pero es, en verdad, la Biología: lo que encuentra es la Ciencia: lo que el psicoanálisis piensa encontrar cuando ha agotado su labor negativa, destructivo, creativa, de levantamiento de ocultaciones y convenciones, esa roca viva, suelo firme que piensa encontrar, sólo lo es gracias a que no es en verdad el mar sin fondo, ni la vida, ni nada de eso, sino Biología, Ciencia. Lo que ahí debajo encuentra Freud es otra vez la Ciencia y la fe en la Ciencia. Él cree saber algo de aquello porque la Ciencia se lo dice, porque hay una Ciencia (Biología, Anatomía, Zoología y demás) que le explica bien qué es eso del animal, qué es eso de la vida. No es sino un caso de la falsificación constante, por la cual, dado el dominio social de aquello a que se alude como Naturaleza, para nosotros la tierra se convierte en Geografía, y así también el cuerpo en Anatomía, y así también la vida en Biología. Y cuando pensamos encontrar algo firme, es gracias a que encontramos, no ello, sino el saber de ello, el saber científico.]

Creo que es Sandor Ferenczi quien habla de las capas superpuestas que envuelven el núcleo de la psique humana en un estudio sobre el alzheimer que me produjo, cuando lo leí, una gran impresión. Me pregunto (no tengo ni idea) si este hojaldre psíquico es tanto filo- como ontogenético y, sobre todo, si ha sido (es) absolutamente necesario o se trata de un exceso civilizatorio. Los hombres podemos guarecernos de las inclemencias bajo una lona, bajo un techado o dentro de un coche, sin embargo, algunos han construido palacios y fortalezas para asegurar sus vidas. Todavía no comprendo el incontenible progreso humano que cubre de capas y más capas su miedo animal y se deja el culo al aire en tantos aspectos de la vida.

Para ilustrar la famosa "envidia del pene", AGC cuenta el chiste de las dos monjas —perfectamente inocentes— que ven al jardinero meando contra una tapia, de forma que una de ellas le dice a la otra: «Mire usted, hermana, qué cosa tan práctica».

martes, 20 de septiembre de 2011

Salir del armario








Tengo una higuera en el campo que da muy pocas brevas. Hay años, que ninguna. El caso es que, cuando empezó a producir, se anunciaba como una excelente ponedora de higos. Pero ha terminado, como ocurre con los perros, por parecerse a su dueño. Yo la abono, la riego, la cavo, pero ella insiste en quedarse callada. Es posible que sea una higuera sin fe. Si yo le hiciera saber cuánto me gusta comer sus frutos y lo que goza F. cuando los recoge de buena mañana o al caer la tarde, quizá se animaría un poco. Pero la conozco muy bien y enseguida empezaría a hacerme preguntas sobre el sinsentido de producir ilimitadamente, sobre mi propia desconfianza hacia ella, y pondrá en duda que nuestra relación sea verdaderamente horizontal, platónica y desinteresada.

Yo digo que amo la vida, la naturaleza; que tengo fe en las personas y que me gusta cultivar la tierra, dibujar, hacer máscaras, la caligrafía, especialmente la china, el cine, hacer tai-chi, conversar y un sinfín más de actividades, comunes unas, peregrinas otras. Pero mi higuera sabe que es no cierto y me lo dice. Nada te atrapa lo suficiente y toda intensificación del interés por algún objeto termina con un para qué. ¿Para qué tanto esfuerzo? ¿Para conseguir que? ¿Para qué buscar? ¿No estaré exagerando? Además sabe de buena tinta que cualquier actividad que inicie, tarde o temprano se verá interrumpida por causas ajenas a esta empresa. Podría tener el coraje de reanudar el trabajo, continuarlo y avanzar, pero ¿para qué?. La vida es una carrera sin meta Lo sé. Lo sabemos.


Sería fácil terminar aquí, aceptar las cosas como son. Dedicarme a no dedicarme a nada: pasividad, observación, ¿contemplación?, mero goce de existir. Nada es verdad, nada importa, etc. Sería fácil, digo, si esta higuera amarillenta, de pocas brevas y con ínfulas de lacaniana no insistiera siempre en responderme a todo, en llevarme la contra constantemente. ¿Tú, hombre sin fe? ¿Nihilista, cínico, místico? Pues para no creer en nada, cuántos trabajos, cuanto afán, cuánto querer saber, cuánto amor. Sí, sí, ¡cuánto amor! Y cuánto de todo. Aunque tú, claro, nunca vas a reconocer nada, ni en un sentido ni el contrario. ¿Qué más da? ¿Qué más te da a ti el qué más da? (Si se limitara a no dar brevas, a dar higos pequeños, secos y eso sí, muy dulces... Pero no, tiene además que analizarlo todo esta Dr. Ficus Carica. Y así, es imposible)




Efectivamente, querido amigo, como me dijiste, abrir un blog es una responsabilidad, una carga más. Porque siempre está reclamando su ración de pasto. En realidad, es el blog quien te abre a ti y se hace un hueco dentro. Desde ahí te maneja, te seduce o, simplemente, te da la vara. Hasta ahora ha ido bien, es decir, ha ido poco, que es mi estilo. Recuerdo siempre el regocijo de mi amiga W. (en el blogroll) cuando descubrió mi anterior blog: “!Es auténtico! ¡Dos entradas en un año! Un blog tuyo no podía se de otra forma”. Que le divirtiera tanto me animó a seguir escribiendo, pero ya para entonces “La Cosa” se había muerto de inanición. Así que tuve que abrir otro: “La cosa que da”. Si has leído el principio, pues ya sabes lo que pasa. Sólo me gusta escribir cuando escribo, el resto del tiempo no tengo nada que decir. Cuando escribo, tampoco, pero escribo. Ahora me dirijo a ti, porque esto de tener un blog y de escribir ya lo tenemos hablado. Podría dejarme hablar, sin interferir yo, como quiere García Calvo, pero todavía no sé; podría dejarme hablar yo mismo, como hace magistralmente Mameluco, sin narcisismo, pero lo haría mucho peor que él y sería un auténtico coñazo. Podría explicar cómo se hace una máscara de cartón fallero o publicar mis dibujos. Quizá lo haga.

El caso es que he vuelto por aquí. Dice el Dr. Schnitman en su valiosísimo Espacio Psicoanalítico “A la vuelta del verano es como si volviéramos a existir, ...” Estoy de acuerdo. Toda “vuelta” tiene mucho de resurrección. También de muerte, pues lo uno supone lo otro. Por fin desparecerá la horrible ilustración de mi anterior entrada (rabieta, más bien) de su blogroll y del de todos los que me tienen enlazado.

Así que renuevo, a mi manera (sin querer), mi voluntad de mantener abierta esta ventana, más para observar que para ser observado.

[Las ilustraciones han sido obtenidas de mi red simbólica]